Envejecemos porque, en nuestra locura, concedemos al cuerpo esa verdad que le negamos a Dios; enfermamos porque concedemos al cuerpo ese poder que a Dios le hemos negado; sentimos dolor porque hemos negado ese mundo del amor para el cual Dios nos crea y buscamos ese amor en la carne, que no es más que una invención efímera y neutra. Nuestra eternidad está en devolver a Dios aquello que le pertenece. Esa es nuestra única y verdadera felicidad.
Jesús María Bustelo Acevedo
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