La Pureza

La pureza es pureza porque no puede corromperse ni deteriorarse, por lo tanto no es un elemento característico de un mundo de apariencias condenado a deshacerse en su propia falsedad. La pureza es un don del alma, por ello sólo en la eternidad es concebible. Una pureza en un mundo perecedero no sería pureza de verdad, pues nada es verdad en un mundo perecedero. La pureza o es pureza siempre o no es pureza. El poder de la pureza es infinito, y bajo su influencia se produce la curación. La conciencia de la pureza de Jesús hace sanar a todos los enfermos que con fe tocaban sus vestiduras. El halo de su pureza se extiende en torno a Jesús, y la pureza no concibe estar en contacto con nada que no sea la expresión de esa pureza. Por eso sanan aquellos que tienen fe y palpan los vestidos de Jesús. Y Jesús se maravilla de la fe de esas personas, demostrando su humanidad, y demostrando que esta humanidad no es incompatibible con su Divinidad. Jesús se maravilla de esa fe, pero no se maravilla de los milagros, porque los milagros son naturales (conformes con la Naturaleza, que es Espíritu); por eso la gente sencilla, en su fe sincera, recibe la curación gracias a la pureza de Jesús; las personas sin fe que tocaran las prendas de Jesús no perciben su pureza, así como su pureza no los percibe a ellos.

Jesús María Bustelo Acevedo

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