El amor no abriga resentimientos

Cuando pensamos que el mundo de la confrontación tiene sentido, estamos negando la verdad del amor. Cuando vemos a nuestros hermanos como objetivos que atacar, o sujetos que nos atacan o que pueden atacarnos, estamos percibiendo un mundo sin amor. En otras palabras, no estamos amando. Pero amor es lo que somos, amor es lo único real, permanente, verdadero, esencial; luego si no amamos, no nos estamos identificando con lo que verdaderamente somos.

Cuando pensamos que el amor termina, es que no sabemos qué es el amor. Si el amor es algo vulnerable, algo que puede ser atacado y destruido, sólo quien se identifique con eso, con lo vulnerable, con lo débil, con lo perecedero, podría darle algún "valor" (entre comillas, pues es una manera de "valorar" despreciando: lo que se desprecia no se puede valorar al mismo tiempo). Quien no sabe lo qué es el amor, no puede disfrutar de su naturaleza amorosa, que es su verdadera identidad.

Puesto que somos amor y sólo el amor es real, el mundo del ego, que es sólo temor, conflicto y engaño, es un mundo de locura. Es la única locura que existe, la locura del mundo del ego. La única que existe y la única que no existe, puesto que el ego es una falsedad: el ego rinde culto a la mentira, no puede rendirle culto a la verdad porque la verdad es la negación del ego, la evidencia de que no existe. De ahí la importancia de vivir en la verdad: verdad y falsedad no pueden coexistir. Si percibimos un mundo donde hay verdad y falsedad, nuestra mente, al igual que ese mundo, está dividida y en total confusión. La verdad o es total o no es verdad. Una mente dividida es una obstrucción al expandirse del Reino de Dios; es decir, una obstrucción a nuestra propia felicidad.

El rencor es una expresión propia del ego. Es una forma de victimismo. El ego se imagina víctima porque siempre busca razones en el exterior que le hagan sentir que existe. Esa es la locura del ego: al saberse que no existe, no puede afirmarse en sí mismo, se justifica en lo que no es él, en cuanto percibe como ajeno. Si nos identificamos con este ego rencoroso, percibimos a Dios como un ser de esa misma naturaleza. Este es el origen de ese dios estricto, castigador, justiciero, resentido, que vemos en la falsa religión. Por otra parte, estar presos del rencor, es la negación de que somos hijos del Amor y de que el Amor es nuestra verdadera naturaleza. Por lo tanto, es la expresión del desconocimiento de Dios, que es todo Amor y nos creó con Amor, por Amor, para el Amor y eternamente en el Amor.

Jesús María Bustelo Acevedo

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