En Dios no hay justicia ni injusticia

La justicia tiene que ver con la culpabilidad. En el Reino de Dios no hay justicia ni injusticia, tal como las entendemos en este mundo de apariencias. En Dios, sólo hay Amor, expresión perenne de inocencia que no concibe nada ajeno a ella porque nada ajeno a ella existe ni puede verdaderamente concebirse. Inocencia no es lo contrario de culpabilidad. La inocencia es la expresión natural de todo lo que verdaderamente existe, de todo lo que Dios crea y sólo tan como Dios lo crea. Los negocios del dar y recibir, en el mundillo de las falsas relaciones, por lo tanto, no forman parte del Reino de Dios. En la conciencia amorosa, dar y recibir significan lo mismo, y las cosas que ofrendamos a nuestros semejantes son sólo símbolos de lo que en la verdad espiritual es compartido: si nos identificamos con esas cosas, suponemos pérdida en nosotros (no perdemos nada, pero sentimos perder algo porque nuestro enfoque está en el mundo de apariencias que rinde culto a la escasez y a la permanente confrontación por pseudo bienes materiales por los que egoístamente se combate, y no en la Eternidad a la que pertenece todo lo que verdaderamente somos); si nos identificamos con la verdad de nuestro ser, esa aparente pérdida simboliza la ofrenda de nuestro amor y nuestro enriquecimiento al llevar a cabo nuestro función de ofrendar amor ("renovarse o morir", dice el refrán: amor que no es compartido, en la absurda idea de que el amor pudiera no ser compartido, desemboca en la falsa conciencia de la inevitabilidad de la muerte). Renovarse permanentemente es lo que hace nuestro amor verdadero, por eso cada ofrenda es una bendición para nuestras almas; por eso el que da se siente lleno de gratitud (gratitud: la virtud de la gracia, la Gracia de Dios en la que somos creados para la Eternidad). Negarse a dar, o dar con la mentalidad negociadora del ego, representan morir. Amor (a-mor, no muerte) es sinónimo de Vida.

Jesús María Bustelo Acevedo

Dios es Amor

Dios es Amor, siempre Amor y sólo Amor, por lo que nuestra única relación verdadera con la Fuente Divina sólo puede ser una relación de Amor. ¿Cómo podríamos imaginar otra relación que no estuviera basada en la pureza, en la inocencia y en la verdad de Aquel que por su voluntad compartió amorosamente el bien de la vida con nosotros? Somos almas, almas eternas, los hijos de la luz y del amor, y sólo en la verdad de nuestras almas podemos reconocer a Dios.

Dios es mi Padre y Su Hijo lo ama. Amar a Dios con toda nuestra alma es ver, sentir y abrazar en ellas la verdad de nuestra vida, nuestra vida de verdad. Porque ¿qué es nuestra vida sino la expresión de todo el Amor con el que Dios las hizo? ¿Y quién podría ser digno de ese Amor sino Aquel que lo compartió con nosotros al crearnos, así como nuestros semejantes en quienes contemplamos Su Divinidad?

Jesús María Bustelo Acevedo

Dios nos reconoce y nos ama eternamente

Dios no se equivoca y reconoce y ama a su hijo, por eso dejó en su alma todo el Reino de los Cielos, y es allí donde está nuestra única verdad, y nuestra única vida, y sólo el camino que a ella nos conduce es un camino de santidad. Contempla siempre la divinidad de todos tus hermanos, en el alma de quien te acompañe, y sentirás el Amor, la Belleza y la Libertad que tan sólo en Dios se puede concebir, que tan sólo en la verdad de tu alma puedes encontrar. Dios no puede olvidarnos, porque somos su obra amorosa y en nuestra verdadera identidad sentimos eternamente la bendición de su Amor.

Jesús María Bustelo Acevedo

La santa unión

Cuando vemos a nuestros hermanos en su eterna divinidad, les ofrendamos todo nuestro amor: eso evidencia que los tenemos en gran estima. El ego los quiere para sí mismo, cual si fuera una posesión, lo que demuestra que los desprecia. Una santa unión, basada en el amor, es una alabanza a Dios, y es un emprender juntos nuestro retorno al hogar, el Reino de los Cielos, la República del Infinito para el que somos creados en la Eternidad.

Jesús María Bustelo Acevedo

Sentir

Si nos sentimos separados de Dios, es que no estamos sintiendo desde la verdad de nuestro ser, es que no estamos sintiendo de verdad. Sólo en Dios, en el Reino de los Cielos que está en nosotros, donde el Amor de Dios nos acompaña eternamente, lo conocemos a Él y comprendemos nuestra naturaleza. Sólo en Dios abrazamos la verdad de nuestras vidas y el alma de todas nuestras creaciones. Nada verdadero puede concebirse fuera de Dios, porque sólo Dios es la Verdad. Allá donde Dios no es la verdad, cualquier mentira puede serlo, pero nada que sea mentira vive de verdad. Si vivimos de verdad, sólo en la verdad puede expresarse nuestra vida.

Jesús María Bustelo Acevedo

Mi corazón es infinito en la verdad de Dios

Dios está conmigo eternamente, y sólo en esta verdad puedo encontrar una dicha verdadera. Su Reino es el Reino de los Cielos, ¿y dónde se encuentra ese Reino sino en mi propio corazón? Porque mi corazón es infinito cuando conozco la verdad de Dios, mi única verdad.

Jesús María Bustelo Acevedo

Los ojos del alma

Al ver la belleza de nuestro ser, los ojos del alma sólo pueden ver belleza en derredor. Esa es la visión verdadera, la mirada que nos muestra al mundo tal como es; así es como el Amor ve al mundo, así es como se extiende hasta el Infinito.

Jesús María Bustelo Acevedo

La verdad de la verdad

Dios está conmigo eternamente, porque Él es la verdad, al igual que yo. Sólo quien se cree ajeno a la verdad (es decir, quien se percibe como una falsedad que desemboca en la muerte) se pregunta (como Pilatos) ¿qué es la verdad? La verdad es el camino y la vida de aquel que nos redime de un falso mundo del que no formamos parte. Quien ignora la verdad, la busca, y en su búsqueda siempre acaba por fabricarse un sucedáneo, su propia "verdad" improvisada, que circunstancialmente volverá a matizar, reformar o negar en su momento... Pues si no ha buscado en su alma, que es la verdad, entonces la "verdad" que ha erigido no es más que una negación de la verdad, es decir, una mentira. Y viviendo conforme a esa mentira, jamás encontrará algo que sea de verdad, mientras no renuncie a ella y reconozca la verdad de su ser.

Jesús María Bustelo Acevedo

Verdadera seguridad

Sólo en la luz del amor que desprende nuestro verdadero ser hallamos seguridad. El ego nos ofrece una falsa seguridad, que consiste en protegernos rodeados de tinieblas, como si fuéramos delincuentes que va a hacer algo malo. Pero aquel que se protege con las tinieblas tiene miedo de todo; por ello esa necesidad permanente de engañar, de ocultar, de mentir, que se tiene cuando se está aferrado al ego. Si te proteges con las tinieblas, al final te percibes a ti mismo como un ser tenebroso y es así como percibes a tus semejantes. La luz del amor deshace esas tinieblas; la luz del amor es la verdad de nuestra vida, el goce de nuestra plena libertad, nuestra alegría espontánea y nuestra condición amorosa; así es nuestra naturaleza real y así fuimos creados por Dios, con esa luz y en esa luz que nos da seguridad infinita.

Jesús María Bustelo Acevedo

Conocimiento es Amor

Fe es Sabiduría; Conocimiento es Amor. Sin embargo, cuando no vivimos conforme al conocimiento propio de nuestra naturaleza, el ego intenta convencernos de que toda la realidad supuestamente lejana y oculta del conocimiento es aterradora, así nos mantiene alejados de él y sigue suplantándonos en esa falsa vida ajena al conocimiento. Por otra parte, si no conocemos el valor de lo que percibimos como oculto, no podemos etiquetarlo como tenebroso. Lo que está oculto no puede ser amado y lo que no es amado es percibido como algo a lo cual se teme. En ese conocimiento es donde está la Fuente de nuestro Amor. Por lo tanto, mientras no llevemos esa luz a nuestra conciencia, no se deshará el mundo conflictivo fabricado por el ego. La luz deshace las tinieblas, y la confrontación, la culpa y el culto a la escasez (mendicidad) forman parte de las tinieblas. Entiéndase que mendicidad no es ausencia de bienes materiales, sino una manera de ser impropia de nuestra naturaleza amorosa y abundante.

Jesús María Bustelo Acevedo

El conocimiento nunca es temible

El conocimiento nunca es temible. Porque el temor forma parte del mundo falso del ego, y el conocimiento, del reino amoroso de Dios.

Jesús María Bustelo Acevedo