Nada ajeno a nuestras almas tiene potestad sobre ellas. Nada ajeno a nuestras almas puede interferir en nuestra libertad ni determinar cómo ejercemos nuestro infinito poder. Nada ajeno a nuestras almas puede tener acceso al Reino de los Cielos que en ellas se encuentra en toda su plenitud infinita. ¿Y qué podría existir, ajeno a nuestras almas, que no fueran los desvaríos de una mente que no se reconoce en el Amor de Dios? ¿Qué son nuestras almas y qué es la vida de verdad sino ese Amor de Dios expandiéndose hasta el Infinito?
Jesús María Bustelo Acevedo
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