En Dios no hay justicia ni injusticia

La justicia tiene que ver con la culpabilidad. En el Reino de Dios no hay justicia ni injusticia, tal como las entendemos en este mundo de apariencias. En Dios, sólo hay Amor, expresión perenne de inocencia que no concibe nada ajeno a ella porque nada ajeno a ella existe ni puede verdaderamente concebirse. Inocencia no es lo contrario de culpabilidad. La inocencia es la expresión natural de todo lo que verdaderamente existe, de todo lo que Dios crea y sólo tan como Dios lo crea. Los negocios del dar y recibir, en el mundillo de las falsas relaciones, por lo tanto, no forman parte del Reino de Dios. En la conciencia amorosa, dar y recibir significan lo mismo, y las cosas que ofrendamos a nuestros semejantes son sólo símbolos de lo que en la verdad espiritual es compartido: si nos identificamos con esas cosas, suponemos pérdida en nosotros (no perdemos nada, pero sentimos perder algo porque nuestro enfoque está en el mundo de apariencias que rinde culto a la escasez y a la permanente confrontación por pseudo bienes materiales por los que egoístamente se combate, y no en la Eternidad a la que pertenece todo lo que verdaderamente somos); si nos identificamos con la verdad de nuestro ser, esa aparente pérdida simboliza la ofrenda de nuestro amor y nuestro enriquecimiento al llevar a cabo nuestro función de ofrendar amor ("renovarse o morir", dice el refrán: amor que no es compartido, en la absurda idea de que el amor pudiera no ser compartido, desemboca en la falsa conciencia de la inevitabilidad de la muerte). Renovarse permanentemente es lo que hace nuestro amor verdadero, por eso cada ofrenda es una bendición para nuestras almas; por eso el que da se siente lleno de gratitud (gratitud: la virtud de la gracia, la Gracia de Dios en la que somos creados para la Eternidad). Negarse a dar, o dar con la mentalidad negociadora del ego, representan morir. Amor (a-mor, no muerte) es sinónimo de Vida.

Jesús María Bustelo Acevedo

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