Donde hay miedo, no hay amor

El ego se desenvuelve en un mundo de miedo, porque la presencia del miedo es la negación del amor, y la negación del amor da lugar al sueño del ego, que es un mundo sin amor. Desde el ego, vemos separación y al ver separación concebimos la culpa, y con ella la falsa inocencia, una falsa inocencia que necesita justificarse en la culpabilidad de algo, una falsa inocencia que precisa ser apuntalada por aquella culpa que percibe en lo ajeno. Por eso proyectamos la culpabilidad: para construir esa falsa inocencia tras no reconocer la verdadera inocencia de nuestro Ser. En realidad, proyectar es conservar la culpa; la conservamos al proyectarla porque una falsa inocencia no puede satisfacernos y preferimos volvernos a sentir culpables, y ciertamente nos sentimos culpables, dado que, a fin de cuentas, nuestros semejantes no lo eran y en nuestro fuero interno somos conscientes de este juego sin sentido (el único sentido de la vida es desde dentro -desde - hacia fuera: eso es extender el Reino de los Cielos, eso es vivir en la Eternidad).

Jesús María Bustelo Acevedo

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